EL CONCIERTO
- YOSOYELWIIL
- 30 nov 2018
- 9 Min. de lectura

La música es el arte de combinar los sonidos en una secuencia temporal atendiendo a las leyes de la armonía, la melodía y el ritmo, o de producirlos con instrumentos musicales, según la RAE, y tienen toda la razón los miembros de la academia pero les hizo falta algo: la música logra elevar los sentidos y crear las más hermosas emociones en el ser humano. Yo no tengo ni idea de cuál es la música de tu gusto, pero obviamente, si tengo claro cuál es la mía.
A mis 27 años la gente me crítica, dice que escucho música de pelaos, que ya es hora que me guste Poncho, Diomedes, Farid y Oñate, y sí, ellos son buenos, pero a mí me sigue vibrando el corazón con el pop rock, y cuando se une con un poquito de rumba española, quedo muerto. Aunque, más allá de un ritmo me gustan las letras, cuando una canción logra transmitir tantos sentimientos desde la expresión de realidades, eso me parece bárbaro. Es que detrás de una canción siempre hay una historia, y a mí me apasiona conocerla.
Soy fanático de muchos artistas, Adriana Lucía, Maia, Ha-Ash, Luan Santana, Alejandro Sanz, Paty Cantú y Andrés Cepeda engrosan la lista, pero ninguno a mi parecer supera a MELENDI, un andaluz que inició su carrera en la rumba española, pero hoy es un gran representante del pop rock. ¡Combinación perfecta en ritmos!, y sí hablamos de las letras de sus canciones, ahí si les digo que nadie lo supera, ni Arjona al que muchos tildan del poeta de la música. Es que una canción de Melendi, nunca está fuera de la realidad, son experiencias hechas música y que inmediatamente son escuchadas generan una identificación absoluta. Pero bueno, ya la introducción está muy larga y ustedes vinieron aquí para leer #ElConcierto.
A finales de 2016, Melendi anunció su gira latinoamericana de su álbum “Quítate las gafas”, y esa era la oportunidad que había esperado por más de 8 años para escuchar en vivo a mi artista favorito. Desde ese momento, y luego de la confirmación de la fecha en Colombia, me dispuse a ahorrar, para poder ir. Melendi es muy famoso en España, México y Argentina, por eso imaginaba que en Colombia sólo sería un concierto y no me imaginaba una plaza grande y llena. Así fue el concierto era el 30 de Marzo de 2017, en el Royal Center de Bogotá.
A finales de enero, compré mi boleta era PLATEA MG, sólo habían 20 en esa localidad e incluían cena y foto grupal con Melendi. Estaba feliz. Pero como toda felicidad no es eterna, algo tenía que pasarle al Will, y tenía que pagar un módulo de la universidad. Adiós concierto, tocó vender la boleta. Me dieron sólo el 70% de lo que me había costado. El sueño se desvanecía, Chao concierto. Por lo menos eso creía yo. El 26 de marzo recibo un correo con una citación de la Universidad para aplicar a un foro de semilleros de investigación con mi proyecto “La reconciliación, un acto de amor” que hablaba de las bondades de la confesión en la Iglesia, acepté y me mandaron los pasajes para estar en Bogotá el jueves 30 de marzo. Los pasajes eran en bus, supongo que el rubro era poco y eran muchos invitados. Yo guardaba la esperanza de ver a Melendi, iba a estar en la capital, ¿Por qué no podía ir?; pedí un adelanto en mi trabajo de entonces y sólo me aprobaron 200 mil pesos, con eso podía comprar una boleta en galería y de lejitos podría ver a mi artista. Entré a la página donde las vendían y oh sorpresa, esa localidad estaba SOUL OUT y la única forma era conseguir un revendedor. La boleta costaba 200, un revendedor, mínimo me pediría 250. Caso perdido. Chao Concierto.
El miércoles a las 11 de la mañana arranqué para Bogotá, en mi lenta travesía por llegar a presentar mi proyecto. El camino fue eterno, a las 9 de la noche llegue a Medellín, y ahí cene una papita con una pony malta. Yo que soy más bueno para dormir en un viaje terrestre, que el bus no ha arrancado y yo ya estoy roncando, había cambiado, en éste viaje no había dormido, me la había pasado escuchando todas las canciones de Melendi, algo dentro de mí guardaba la esperanza de poder ir. A las 6 de la mañana desayuné en un pueblito frío, tan fría como la actitud de la señora que me atendió, su cara me recordaba a tronchatoro pero flaca como la chimolfrutia, y con un aliento que ni les cuento; supongo que el aspecto de éste gordito lindo, luego de 19 horas de viaje debía ser patético. Finalmente llegué a Bogotá a eso de las 9:45 de la mañana, ya iba tarde al encuentro. En la terminal pagué por un duchazo, pero esas duchas parecían el fondo del tanque de cemento en el que en el campo guardan agua para regar matas, muchos sabrán de lo que hablo. No me bañé. En el lavamanos me enjuague la cara, me lavé los dientes, medio me pase un poquito de papel higiénico húmedo en donde debía hacerlo, desodorante y perfume y taz, estaba listo el Will. ¡Que puerco!.
Un amigo, con el que hace años no hablaba, pero que publicó en Facebook “Quien viaja de Bogotá a Montería en estos días” y al que durante el desayuno en el pueblito frío le escribí por interno que yo lo haría, me fue a buscar al terminal, con el único propósito de entregarme un anillo que le mandaría a una prima a Montería, que días antes lo había dejado en Bogotá, pero el man se portó bien, me llevó hasta la Javeriana, y gracias a eso, no llegué más tarde, a las 11:15 de la mañana estaba saludando al padre Claudio y pidiendo excusas por la demora. Hablé 15 minutos sobre mi proyecto, que con toda la humildad les digo, todos aplaudieron, aunque no sé si era por lo bueno, o porque habían esperado 3 horas y por lo menos me merecía unos aplausos. Para mí, fue porque era bueno. Me dieron un sobre y dentro había 100 mil pesos. Me sentí como cuando te encuentras platica dentro de una iglesia, y que aunque necesites, te da una pena guardártela, pero no porque no quieras, es porque estás en la iglesia. Le dije a quién me lo dio, que gracias que yo no lo necesitaba y que el proyecto lo había mostrado con el deseo de crecer. Con su cara como de “costeño pendejo”, el señor me dijo: A todos se les da, son viáticos. Yo me quedé plop, y le dije ah bueno, gracias.
No me quedé en el almuerzo, tenía ahora 270 mil pesos (Me había gastado 30 mil comiendo en el camino), y era la oportunidad de ir al concierto. Pero miro el reloj y eran las 2:30 y el concierto era a las 6 de la tarde. Me dije a mi mismo: Mi mismo, esa cola debe ser eterna ya, pero hagámosle. Como todo neocosteño en Bogotá con prisa, prefiere coger un uber o taxi y gastarse el quíntuple que subir a Transmilenio y preguntar cómo llega a tal parte; claro, es que existe un mito, de que sí un costeño le pregunta a un rolo por una dirección, el rolo lo va a hacer perder. Así fue, yo pedí un uber (fue mi primera vez en la aplicación), y llegó en un momento. En la radio tenía una emisora en la que hablaban del concierto de Melendi, así que todo el trayecto fue escuchando sus canciones.
Llegué al royal center, y luego de pagar 12 mil pesos, me bajé y ahí estaba una cola inmensa, y yo sin bañarme, me dispuse a hacerla; en segundos, se me acerca un revendedor y me pregunta que si tengo boletas, le digo que no y me dice que tiene en PLATEA MG, la localidad que yo anhelaba, le pregunté en cuánto y me dijo 700, inmediatamente le dije que no que yo venía para galería, me dijo que tenía en 300. Mi cara cambió de alegría a una total decepción, yo quería entrar, pero por lo visto no iba a poder. Le pedí rebajas pero nada, y todos estaban confabulados a no bajar de precio, pensaban que el costeño que tenía saco y corbata tenía plata, lo que ellos no se imaginaban es que yo a esa hora del día: 4 de la tarde, ni me había bañado. ;)
Crucé al frente y en una cafetería, pedí un café, y dije por lo menos aquí cuando llegue lo voy a ver o cuando salga. En ese momento reacciono, y pienso: “sí no viajo ahora, dónde voy a dormir”, y llamé a la gran Lucía una amiga que vive en Bogotá y que sin dudar me ofreció su casa. Ya por lo menos, el asunto estaba solucionado. Detrás de mí estaba una pareja de esposos que no me dejaban de mirar, yo disimuladamente, también los veía, por mi mente pasaba: ¿serán vendedores de costeños al exterior?; ¿querrán un trío con un costeño, por aquel mito del sabor de los hombre del caribe colombiano, ahhh y otra cosa…? ; ¿me habrían visto en la Javeriana y ahora querían un autógrafo?, nada de eso. La señora se me acerca y me pregunta sí iba para el concierto y le dije que efectivamente iba, porque ya no tenía forma de comprar boleta; ella mira a su esposo y le hace seña que sí, se acerca él y me dice “le gusta mucho el español”, mucho, le conteste. Se miraron, y el sacó de su chaqueta una boleta de color verde manzana y me dijo, tome yo no sé quién es el tipo y me obsequiaron esta boleta, estaba buscando a quien regalársela y mi esposa me dijo que tú eras un buen candidato (pensé que la boleta era falsa, la que yo tenía inicialmente era color violeta, igual a la de los revendedores). Les pregunté sí era en serio, y riéndose me dijeron que si, saque el sobre de los 100 mil pesos y se los iba a dar, y el hombre me dijo: “no te preocupes, es una boleta de cortesía, no tiene valor”. Gracias, les dije y se fueron. Sabría Dios quienes eran ellos, pero yo estaba feliz, más cuando eran de Platea, éstas no incluían ni cena, ni foto grupal, pero que importaba: ERAN GRATIS, no iba a ser en Galería, e iba a poder gritar las canciones de Melendi. Crucé de una a hacer la fila, y le pregunté a una señora si por ahí entraba a Platea y me dijo que no, esa era la cola de galería, y me mostró donde era la fila de platea. No debía ser rola, porque seguro me habría hecho perder. Lo siento, los rolos eran buenos, me habían regalado una BOLETA.
Encontré la fila de platea y no era tan larga como la de galería, sí delante de mí, había 30 personas, era mucho. Feliz, sin bañarme aún, interactué con las 5 personas que tenía delante de mí y que estaban hablando de mi artista. 4 paisas (unos esposos y dos amigas) y una rola, que se convirtieron en los compañeros perfectos para cantar a viva voz todas las canciones de quien para los 6 era el mejor cantante del mundo. A las 6 en punto abrieron las puertas y entramos, quedamos a escaso un metro de la tarima, y como sorpresa, en ese lugar no había sillas. ¿En serio Will?, sí era un concierto sin sillas (es que en mi ciudad si no hay sillas, la gente se va, y no sé por qué, al final todos se paran en las sillas). Compre un creps de nutella con pollo, una combinación explosivamente deliciosa, y a esperar. Fui al baño, me lavé los dientes, y me enjuague cara y axilas. ¡Puerco!, llevaba más de 24 horas sin bañarme.
A las 7 en punto, sube al escenario Pedrina y Rio, un dúo que hasta el momento sólo conocían sus papás y abuelas, porque después todos cantábamos sus canciones. Cantaron sólo 5 canciones, y nos prometieron tener la mejor noche de nuestras vidas. No se equivocaron, así sería.
A las 8 en punto de la Noche, sube Melendi al escenario y allí estaba yo, no me la creía, estaba como congelado, no pude cantar la canción con la que abrió su show (los hijos del mal), me puse a llorar como un cacorro, y reaccioné, salté, grité, lloré más, me emocioné, fue verdaderamente MÁGICO, si ustedes no logran entender el término o también me están tratando de cacorro, no importa: ESO ERA MÁGICO. Sorpresas maravillosas, en el álbum hay una canción con Chocquibtown y esa noche los conocí porque Melendi, nos sorprendió llevándolos. Un chico se subió al escenario a abrarzarlo, unos pelaos llevaban un cártel gigante que decía “Guerreros de corazón”, un señora muy adulta que fue con su hijo, quien de cumpleaños la había llevabo al concierto a ver a su artista favorito, unas venezolanas con la bandera de su país, dinamizaban la noche, y yo, el gordito sin bañarse que gritaba cuando todo quedaba en silencio: VENEZUELA, y las venezolanas gritaban, MEDELLÍN y los paisas gritaban, BOGOTÁ, y los rolos gritaban, MONTERÍAAAA, y pensé que nadie gritaría y si, a dos metros de mí, una pareja de novios gritó y los saludé de lejos, yo los conocía, y jamás pensé que les gustaría Melendi. Fue una noche indeleble para mí, había valido la pena todo, yo había disfrutado #ElConcierto como nunca. Se terminó y salí para el terminal, lucía se quedó esperándome porque yo con mis 200 y algo me fui a disfrutar de un fin de semana junto a los que más amo: Mi sobrinos. Sí me bañé, cuando llegué l día siguiente a Medellín.
No importa lo que muchas veces debamos hacer o pasar, cuando queremos lograr un objetivo. Sin pasar sobre nadie, ni sobre tus principios, la satisfacción se apodera de ti, robándote una sonrisa inolvidable. Yo disfrute mi concierto sin haberme bañado, dormido bien, ni comido lo que debía, pero lo disfrute y no hubiese cambiado eso, por tener la oportunidad de almorzar, una cama o un baño. No te rindas, estas cerca de llegar a la meta, sólo necesitas pasión y constancia, Recuerda tu siempre tendrás claro quién eres y #YoSoyElWill
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