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El Padrino

  • YOSOYELWIIL
  • 22 feb 2019
  • 4 Min. de lectura


En el 2010 inició el reto de hacer parte del Reinado de la Ganadería, y digo reto, porque sin duda para acompañar tan bonita organización hay que hacer esfuerzos que al final, valen la pena: el disfrute y el goce son superiores a los dolores de cabeza, y una y otra vez haría parte del mejor evento que hacen en la ciudad que me vio nacer, porque aunque la gente que desconoce su ejecución, lo crítica, al final todos lo vivimos con pasión.

Del reinado, siempre quedan grandes experiencias, pero lo mejor es la amistad que se logra forjar con hermosas mujeres de diferentes regiones del país. Además que además te brindan la oportunidad de ser una mejor persona siempre, y eso será una gran recompensa para la vida.


Pero en el reinado, he compartido con muchas, pero algunas se meten mucho más en tu vida, como sucedió con la protagonista de ésta historia, y es la primera vez que diré el nombre propio de alguien en #YoSoyElWill, en el 2016 llegó una araucana recochera llamada Génesis Quintero, que ganó el reinado nacional y volvió en el 2017 para volver a ganar el internacional y en el 2018 para entregar su corona. Cómo defino a Génesis, sencillo, una mujer luchadora, comprometida y muy humilde, y es que la humildad no está limitada a los pocos recursos que tengamos en los bolsillos, aunque es claro que esa condición en ella también se cumplía. Venía de una dura realidad familiar, golpeada por el conflicto armado del país y siendo testigo de cientos de dificultades, pero que en ellas siempre vio una gran razón para salir adelante, luchando con sus talentos por su gente y su cultura.




Génesis llegó a Montería, después de ganar múltiples reinados que la hacían contar con toda la experiencia y el bagaje para alzarse con el título. Confieso que no era de las más atractivas físicamente, pero desconocer su belleza es absurdo. Desde el primer día, subió al bus gritando el nombre de su departamento y cantando canciones llaneras. Yo era el que la incitaba a cantar, hasta que un día, mi combo de edecanes, me dijo “William ya, calla a esa mujé” y así fue. Pude conversar con ella y me contó que ganaba todos los reinados a los que iba y éste no sería la excepción, que no lo dudara, porque además el premio era la garantía para mejorar su calidad de vida, la de su familia, su fundación y culminar sus estudios.

Ganó, y se fue a Bogotá, regresó en diciembre, pero no la vi, es que las reinas ganadoras siempre se distancian del grupo de whatsapp, porque ajá. Ya ustedes entienden. Pero Génesis y yo fuimos construyendo una hermosa amistad, siempre basados en el respeto y el cariño. Es un apoyo constante para todo y siempre nos damos los mejores consejos. Lo mejor de todo, es que en la relación siempre está Dios de por medio.


En el 2018, cuando vino a entregar corona, todo fue diferente y es sencillo explicarlo, la flaca (como cariñosamente le digo), no vino sola, su novio la acompañaba y aunque no fue publico eso, yo si sabía, por eso siempre la acompañaba a montarse al carro de Juan, que siempre fue una columna para la vida de ella.


Juan, un hombre adulto, responsable, profesional, conocedor de la vida y sus dificultades y que de algo estoy muy seguro es que amaba a la flaca. Génesis y yo, en una de nuestras tantas conversaciones, nos cantábamos canciones, es que ambos somos unas rockolas andantes, es muy raro no sabernos una canción, y en muchas ocasiones una canción era la mejor respuesta, o la mejor exhortación. Pero, eso trajo problemas que se guardaron en un baúl y salieron cuando menos lo esperábamos.





En una discusión entre Juan y la flaca, él le reclamó que ella me cantara canciones, o que me dijera “mi negrito” o “mi amor”, y es que casualmente eso siempre me pasa con los novios de mis amigas, que piensan que por el cariño que existe conmigo, yo les estoy cayendo. Terminaron, y junto a ella, viví un duro momento, es que la flaca estaba enamorada, y él también, pero ajá así somos las parejas.


Génesis no sólo atravesaba por esa dificultad, venía de ser dejada plantada en su viaje a Miss Grand Internacional, un concurso que vela por la integración de las naciones y la promoción de la paz, en el que ella había ganado el derecho de representar a Colombia, pero que los intereses de terceros terminaron destruyendo su sueño. Hecho, que la hizo sin duda más fuerte y decidida, porque logró volver a sus raíces, al rescate de su cultura, esa que siempre la ha hecho testigo del amor.


Yo convencido de los que sentía mi amiga y Juan, decidí escribirle al tipo, recordarle que entre la flaca y yo no había más que una amistad y que ella era un tesoro invaluable que él no podía dejar perder, más sabiendo sus amplios dones. Su silencio fue la respuesta. Creí que el man estaba decidido a dejar de lado todo, pero no, el simplemente estaba fortaleciendo sus sentimientos para venir con todas las herramientas y volver a construir la bonita relación que tenían.




Si, volvieron y son muy felices, es que el amor nunca tiene límites, es como el cielo, ese nunca cambiará, así tratemos de volar en él. La flaca y yo seguimos teniendo una muy bonita amistad, y su relación, trajo consigo el mejor padrino del mundo para su boda: YO. Aunque curiosamente no hay una foto buena de los dos.

Una amistad verdadera supera barreras, obstáculos y brinda oportunidades para lograr ser un mejor ser humano. La ganancia no siempre se hace efectiva al instante, pero deja un saldo que te beneficia eternamente. Valora a los que tienes, no importa los kilómetros que te separen de ellos, porque el amor no tiene límites, pero recuerda siempre que para amar a otros, Dios y tú deben amarse primero. Tú tienes claro quién eres y #YoSoyElWill.

 
 
 

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