La Casa de Dios
- YOSOYELWIIL
- 21 dic 2018
- 14 Min. de lectura
Debo admitir que no encontraba la forma de cómo empezar este relato, y que las lágrimas se apoderaron de mí constantemente. Y debo aclarar, que sí usted tiene el deseo de leer ésta historia con morbo y chisme, mejor no lo haga, LA CASA DE DIOS no es un texto fácil, que puede herir muchas susceptibilidades. Mi vida vocacional inició con el acompañamiento de un gran sacerdote carismático que me enseñó que en ese caminar solo necesitábamos perseverancia y fe, que el resto era añadidura. Él se volvió mi gran amigo, ese al que le cuentas todo y que no duda en darte la mano siempre. Es una persona a la que muchos quieren, a la que otros tanto odian, pero sin duda, una de la que yo guardo los mejores recuerdos.
Con esa persona, a la que llamaremos EL PADRE, hice un proceso de discernimiento profundo, jornadas de oración, reflexión y desprendimiento, eran las que me ayudarían a tener claro que el paso a dar era seguro y firme, y que como en todo andar podía encontrarme con piedras y tropiezos: me arriesgué y antes de yo decir que sí, ya el padre estaba convencido de mi respuesta y siempre me decía: “Tú serás como yo”, que lástima decepcionarlo.
Conocí 3 lugares en donde podría iniciar mi formación, dos en Valle y uno en Pereira, el primero que era muy mariano lo descarte porque sentía que se alejaba de mis proyectos y enfoque, yo soy muy dinámico y espontaneo y ese lugar no hubiese durado ni una semana, es más, en el encuentro vocacional que dura 10 días, yo sólo estuve 3. La segunda opción y que yo más anhelaba era uno muy carismático, pero esa experiencia se las contaré la otra semana en #ElCónclave, por último, llegó el definitivo, el de Pereira, un lugar cuyo enfoque era la educación y los medios de comunicación, algo tan pero tan yo, que la conexión fue instantánea, aunque debo aclararles que el padre nunca estuvo de acuerdo que me fuera para allá.
Con el promotor vocacional de este lugar, al que llamaré como ésta historia #LaCasaDeDios, le caí en gracia desde el primer momento, tanto así que él fue quien me agregó a redes sociales y siguió mis pasos en el otro lugar, hasta el día que decidió escribirme y fue cuando inicié proceso con ellos. En ese transitorio paso antes de entrar llegué a tener tanta familiaridad con el promotor, que se volvió un gran amigo y entre nosotros no hubo secretos, me mostré tal y como era, con virtudes y múltiples defectos, algo que al padre nunca le agrado, y creo que hasta celos le daban, su hijo amado ya iba teniendo otro padre.
Me aceptaron, y eso, me enteré porque me llamó el vicerrector de #LaCasaDeDios a informarme como era el proceso de llegada y recepción, a todos les habían mandado una carta y a mi esa nunca llegó, aunque el promotor siempre me decía, eres el primero en pasar. El 30 de diciembre de ese año, el promotor llegó al aeropuerto de mi ciudad, y me notificó oficialmente con la carta; el 31 estaba yo llamando al vicerrector a decirle que me iba. Esperé que pasara año nuevo, para contarle a mi familia la decisión, y en un almuerzo familiar, les conté, todos me apoyaron, incluso mi papá que nunca había estado de acuerdo, él entre dientes me dijo: te apoyo, y muchos éxitos.
Como todos los que se van a un seminario saben, hay que llegar con muchas cosas, la lista de requerimientos es larga e incluye unos libros específicos y muy costosos, elementos litúrgicos también costos y todo un ajuar de prendas para vestir, mucho más costoso. Empecé a organizar todo, y poco a poco fueron llegando ángeles a apoyarme, entre ellos dos padrinos maravillosos, un hombre muy conocido en mi ciudad por sus oraciones, contactos políticos y habilidad comercial quien me dijo que no me preocupara por la mensualidad mientras estuviese en el seminario y una importante mujer paisa del negocio de los hoteles, quien se encargaba todos los meses de mandarme 300 mil pesos para mis gastos personales. Mi papá me compró todo el ajuar, los trajes elegantes, el alba blanca, cíngulo y una buena dotación de camisas y pantalones formales; mis hermanos de comunidad en mi cura shower me regalaron elementos de aseo personal, y otros amigos me fueron dando cosas de la lista que hicieron que todo estuviese a tiempo. No me hizo falta nada, más bien creo que estaba sobre equipado, pero muy feliz.
El 22 de enero de 2015, fue mi viaje a Pereira, curiosamente al aeropuerto me acompaño un amigo en un taxi, así que nunca hubo una despedida, y créanme que eso es más duro que despedirse de todos, te sientes muy solo. Llegué y fui recibido gratamente, el vicerrector (toda una madre) fue excelente conmigo en todo momento y como buen costeño me brindó su confianza, luego conocí a quien sería el director de propedéutico, que en ésta comunidad se llamaba “introductorio”, era un sacerdote físicamente muy peculiar y que brotaba mucha intelectualidad, quien con mucho respeto me llevó al comedor. #LaCasaDeDios era diferente a todos los seminarios, no era ese claustro antiguo y tenebroso alejado de la ciudad en el que sólo estaban los formadores y los seminaristas, acá eran varias casitas dentro de un barrio, en cada casa vivía un grupo de personas de acuerdo a su proceso de formación, con un sacerdote quién era el superior de la casa, en otra casa estaba el comedor y la capilla, es decir que, para desayunar y almorzar, debíamos ir a otra casa. Para la formación académica debíamos ir hasta una Universidad que quedaba a unas cuantas cuadras y que era propiedad de la misma comunidad. Es que en ese barrio había de todo, era como una mini ciudad en la ruidosa y fría Pereira, colegio, universidades, instituciones, museo, teatro, restaurantes, centro comercial, clínica, cuando les digo de todo, era de todo.
Llegué al comedor con el director de introductorio y me fue presentando a todo el que nos íbamos atravesando, entre ellos a dos mujeres maravillosas, las encargadas de la cocina, una señora de mucha edad y una muy joven, de ambas sin duda sólo les tengo cosas buenas que contar, mujeres guerreras y entregadas, me les robé su corazón en menos de nada y ellas sin duda ocupan un gran lugar en el mío. También conocí a otros seminaristas de grados más arriba al mío, unos muy agradables, otros que ni recuerdo y otros que es mejor ni mencionar. Y conocí, a quién sería el formador de mi casa, un padre al que llamaremos FELIPE.
Felipe, me llevó a la que sería mi casa, para mí, era la más linda de todas, también era la que más cuentos tenía, según por un exorcismo que ahí se dio, muchos espíritus la rondaban y que los ladrones habían entrado en varias ocasiones. La casa era de dos pisos, abajo tenía una sala de televisión, un comedor gigante, una habitación (del formador), la cocina y el patio, en el segundo piso estaba una sala de estudio, dos baños, 6 duchas y 5 habitaciones, pero para llegar a una habitación, había que pasar por otra. Carlos me llevó hasta la que sería mi habitación, y me dijo: “contigo serán 9 en esta casa, por eso en cada cuarto dormirán 2 y a ti te tocará solo”, mi dormitorio era ese que para llegar había que atravesar otro.
Me organicé en la habitación, tenía dos camas, y desarmé una, desempaqué y pude organizar la ropa. Era privilegiado, porque además de dormir solo, mi cuarto tenía un escritorio que tampoco tenía que compartir para estudiar, como a los demás si les tocaba hacer. Antes de que llegara la noche de ese día, llegó un compañero, obvio a todos los conocía del encuentro vocacional que se hace para entrar, y a él también lo ubicaron, como siempre esa primera noche en una cama distinta a la mía, no pude dormir, y esa tenía algo especial, sería mi mejor amiga los próximos meses.
Me levanté feliz y en el transcurso de los días fueron llegando el resto de mis compañeros, todos debíamos estar en #LaCasaDeDios el 25 de ese mes. Les voy a contar quienes eran ellos (sus nombres también son cambiados por respeto):
-Alejandro, era el menor, rolo, muy inteligente y al que yo le guardaba mucho aprecio, me parecía alguien muy correcto.
-Jonathan, también rolo y muy joven, decíamos que no se bañaba y siempre nos reíamos de él porque no era el mejor académicamente.
-Orlando, como de 17 años, caleño, muy formalito al vestir. Según yo, el, Alejandro y yo éramos los tres mosqueteros, total falsedad, eran ellos dos y yo.
-Brayan, costeño también joven, muy alegre, cantaba muy bien.
-Carmelo, paisa, muy coherente en su actuar, bastante alegre.
-Gabriel, dos años más joven que yo, ya ustedes vieron a Bill Gates, pero rolo, la misma vaina. Él siempre me decía que yo era su único amigo en la casa.
-Luis, del Tolima, muy joven, famoso por mal olor en las axilas, pero nadie le decía el detalle. Era llevadero, y creo que se dejaba manipular de los demás.
-Ricardo, costeño, ya nos conocíamos porque juntos también nos habíamos presentado en el seminario carismático y yo lo lleve a #LaCasaDeDios.
En otra casa, vivían 4 más que hacían parte de introductorio, con el director, nos separaron por edad, aunque ellos tenían casi mi edad, creo que me dejaron a mi acá con los menores porque quizás vieron en mí, capacidades de liderazgo, ellos pasaban todo el tiempo con nosotros: Gilberto, paisa, con experiencia en el tema de seminarios, muy aplicado; Josué, costeño, muy adulto y centrado; Francisco, costeño dicharachero y Jonás un psicólogo rolo.
Llegó el 25, y tuvimos una reunión todos los de introductorio con el vicerrector, el director y Felipe. Nos iban a decir las normas de la Casa y las responsabilidades que cada uno tenía. Todos llegamos a la reunión, menos Jonás que luego de 5 minutos de espera, salió con maletas y dijo que él se iba, que eso no era lo suyo, no dio tiempo de despedirse porque agarró sus corotos y se fue. Había que elegir un coordinador entre los seminaristas, que estuviese pendiente de las cosas de la dimensión humano-comunitaria y que se convirtiera en un apoyo para los formadores, me eligieron a mí.
Pasaron los días, y todo iba bien, la universidad era muy bacana, porque además éramos unos estudiantes cualquiera, dábamos clases con otra gente, la comida era rica (menos la changua y el caldo de costilla, wacala), a mí me tocó estudiar Ciencias Bíblicas, mientras que a mis compañeros de casa, les tocó Filosofía, es decir que yo estudiaba con los de la otra casa, ahí entendí porque me habían dejado con los menores, como yo era el coordinador, los tendría vigilados. Y sí, que era un buen coordinador, le ponía penitencia a todo el que no hacía el aseo como le correspondía, a quien no arreglara su cama, dejará ropa tirada por ahí o metida en la lavadora, y así. Pero todos me querían, me contaban sus cosas, era su consejero.
Llegó el miércoles de ceniza y con ello el primer problema, había surgido un romance entre dos compañeros, y me citaron al consejo de formación para dar mi versión como coordinador, les digo la verdad, yo no me había pillado nada, hasta que se destapo la olla y eso dije, yo no sabía nada. La decisión estaba tomada a los dos los sacarían. Esa noche entra a mi cuarto Ricardo y me cuenta todo, me dice que era verdad que él estaba en una relación y todo el show, yo me sorprendí, lo conocía ya hacía un año y nunca le había visto una caída al man, le aconseje que antes de que lo echaran se fuera, y así su hoja de vida quedaría limpia. Él decidió seguir, y tuvo unos días de más porque el director de introductorio dijo que hablaría con los dos involucrados para saber cómo eran las cosas. En esos días Felipe, nos citó uno a uno a su habitación y nos envenenó la cabeza, hizo que todos le diéramos la espalda a Ricardo, para que así a él lo echaran y al otro involucrado no. Nos decía que había hablado mal de nosotros y, en fin. Así fue acorralamos en la soledad a Ricardo, quien decidió retirarse finalmente, fue el segundo en irse. Pero no se fue para su ciudad, decidió quedarse estudiando en Pereira y no informarle a su familia. Felipe como quería que se fuera del todo, llamó a su casa y contó todo. Imagínense el problema para el pobre pela ‘o.
Con la ida de Ricardo, Gilberto se vino a vivir con nosotros, es que nuestra casa era pura felicidad, hasta una semana antes de semana santa, todo cambió. Yo evidencié un domingo, una situación que implicaba directamente a Felipe, y que ponía en duda su vocación, pero muy prudentemente, me hice el que no vi, ni escuche, ni sabía nada. Se lo hice saber a Felipe, le dije que su secreto estaría conmigo reservado. Pero no fue así, Felipe sabía que yo iba a ser una piedra en su zapato y empezó a ponerme esas piedras en mi camino. Empezó doblando mis responsabilidades académicas (él era uno de mis maestros en la universidad) y mis notas empezaron a bajar, yo que nunca variaba el 5, comencé a tener 3, 3.5. Luego me cambió mi día de lavado de ropa y me colocó los sábados, ese día era muy complicado lavar, porque ese día teníamos formación en las mañanas con el vicerrector, por ende, en la tarde la ropa no se secaría y no alcanzaría a planchar. Me cambió de pastoral y me pasó para una capilla que para llegar me demoraba 2 horas y media, y la pastoral era los sábados también. O me cansaba, o me cansaba, pero yo asumí todo como una prueba de Dios.
Todo iba siendo llevadero a mi manera, trataba de acomodarme y cuando me duchaba aprovechaba y lavaba dos o tres prendas a mano, para poder tener la ropa limpia y planchada. Pero, Felipe pensaba que mi amistad con los mosqueteros (Alejandro y Orlando) podía afectar lo que yo le había descubierto, entonces ellos fueron los dos primeros en alejarse de mí, claro les había llenado la cabeza de cucarachas y ellos prefirieron creerle a él. Esto lo supe casi un año después.
Todos se fueron alejando de mí, menos Gabriel, quien me contó que Felipe lo había citado en la noche a su habitación a decirle que yo hablaba mal de él y que quería que lo sacaran, Gabriel obvio no le creyó y aunque le hizo creer a Felipe que él también estaba alejado de mí. Siempre me iba a contar todo y orábamos juntos en la capilla, él me decía que debía resistir que al final sólo sería un semestre viviendo con Felipe y ya faltaba un mes para terminar. Felipe siempre me escribía cosas muy feas por whatsapp, pero yo nunca le contestaba nada.
Un día cualquiera, llegó el Rector de #LaCasaDeDios quien estaba en una gira internacional y se nos presentó, nos comentó, que ese día recibiría un informe de nuestros formadores, para él conocernos un poco más. Pero esos informes, debían tener nuestra firma, es decir, nosotros sabríamos lo que ellos habían escrito. Fui donde Felipe para ver mi informe, al entrar a la habitación, él estaba en bóxer y me leyó el informe, yo no accedí a firmarlo, decía que además de incumplir con mis deberes, yo lo acosaba a él y a otros compañeros (el informe tenía firmas testimoniales de 2 compañeros), yo dije que no firmaría nunca eso, y me fui. Al día siguiente tuve mi lectura de informe con el director de introductorio, en donde además de alagar mis logros académicos, me felicitaba por mi labor como coordinador, yo me puse a llorar y le conté lo bueno que se sentía ver que otra persona pensaba cosas tan buenas de uno y que esperaba no decepcionarlo, pero yo me retiraba, me preguntó por qué y le dije no soy quien para hablar mal de nadie. Es que cuando tu estas señalado, así tengas miles de armas para defenderte, entra en ti un sentimiento indescriptible de decepción personal que hace que todo se derrumbe. Me preguntó, porque había bajado en la materia de Felipe y fue ahí cuando me arme de valor y le dije, tome mi celular y lea todas mis conversaciones, él se reusó, y le insistí, hoy leerán los informes y antes de que usted escuche el de Felipe vea en este teléfono si hay alguna prueba de lo que dice ese informe o sí es toda una mentira. Accedió, pero me dijo: “Revisaré tu teléfono, con tu permiso, porque es tu intimidad” y firme su informe.
Esa mañana fue tensionante para todos, obvio el rector conocería los informes. Llegó la hora del almuerzo y en el comedor estaba Felipe, el director de introductorio y el rector. Cuando entré el rector me miró atentamente, sonrió y exclamo: Famoso William, estarías muy ocupado a las 3 de la tarde, tenemos que conversar. Yo le dije que puntual estaría en su oficina. Acabó el almuerzo y el director de introductorio se acercó a mí y hablándome al oído me pidió que antes de ir donde el rector, pasara por su oficina. Así fue, llegué y me devolvió el teléfono y me dijo, estás decidido a irte y le dije que sí y me comentó que él se encargaría de que yo saliera por la puerta grande, porque era una injusticia la decisión del consejo. Yo le pregunté qué decisión y con los ojos llorosos, me exclamó: ve rápido donde el rector o llegarás tarde. Entendí el mensaje.
Llegue a la oficina del rector y me contó que estaba muy mal hecho lo que yo había hecho con Felipe y mis dos compañeros, yo me levanté del puesto y le dije: “Yo no voy a permitir que Ud. me acuse de algo que bien claro debe saber es una mentira, y sabe algo yo me voy de aquí, porque si para yo lograr la meta, debo pertenecer a su círculo, mejor seguir con mi vida, en donde por lo menos puedo hacer lo quiera y soy libre, y no ando escondido en una sotana” salí y le tiré la puerta. Caminando a casa a empacar mis cosas, recibo una llamada del Superior de la Comunidad (él que mandaba en Colombia sobre todos) y me pide que vaya a su casa. Llegué llorando a donde él y allí estaba sentado el director de introductorio. El superior me abrazó y me dijo: tu informe estará bien y mañana mismo llamaré a dos comunidades para que sigas tu proceso vocacional de una vez, sí así lo deseas, ten claro no eres el primero ni el último que pasa por una situación así. Lastimosamente, tu teléfono es tu principal prueba y no tendré formas de acusar a alguien, pero yo creo en ti, y sé que serás un santo sacerdote, cuentas conmigo. A él también lo decepcioné, porque, aunque conocí esas comunidades no me atreví a dar el pasó.
Regresé a mi ciudad, y mi comunidad me recibió con amor, nunca hasta hoy nadie supo la historia, sólo el padre, mi papá y la niña de #LaFlorDePapel, decidí que no era nadie para juzgar y así como yo me encontré con una minoría oscura, hay cientos que son luz y son la mayoría. Al tiempo recibí una llamada de Alejandro, diciéndome que le había pasado algo similar a lo mío, y que supo que era similar porque el mismo Felipe se lo había dicho, y que a él también lo habían sacado, y me dijo detalles de todo lo que Felipe hacía para que ellos se alejaran de mí. Me pidió disculpas y le dije tranquilo, no ha pasado nada. Hoy Alejandro es un buen amigo. Con el paso del tiempo me enteré, que lo que decía Ricardo había sido verdad y que su relación con Orlando siguió mientras él estuvo fuera. Vaya cosas. Gabriel, sigue hablando conmigo, se retiró y está próximo a casarse con una muy linda rola (aunque no lo crean hay rolas lindas), de los demás no sé. Todos me bloquearon y aunque en el camino me los he encontrado, no me saludan y yo, ya no estoy para andar esperando nada de nadie, sólo de mí mismo.
¿Volvería?, por supuesto. Sigo convencido que la Iglesia de Cristo es mi iglesia, creo firmemente en la renovación que propone el papa Francisco y en cómo se debe castigar a aquellos que cometan delitos como la pedofilia. No he vuelto, porque mis dudas están en mi vocación sacerdotal, creo que estoy hecho para ser luz sin vestir sotana y que ser cura es una opción muy distinta a lo que hoy vivo. Tengo muchos amigos seminaristas y sacerdotes y admiro el valor que tienen para seguir cuando se encuentran con estas caídas, que no son más que obstáculos que te pone el demonio para que no cumplas lo que puede ser el plan de Dios. Por Felipe, oro todos los días. Y sé que el tiempo de su conversión plena llegará, así como en mí también espero suceda. #LaCasaDeDios es muy hermosa, pero siempre debemos tener clara que está llena de seres humanos y como humanos, somos pecadores, nos equivocamos, acusamos y tratamos en muchas ocasiones mal a los demás. La Opción está en orar por la propagación de la fe y porque los buenos siempre sean más, porque pedir que se eliminen los malos es ilógico, porque donde está el bien, siempre estará el mal asechando.

Recuerda siempre que las pruebas son instrumentos de Dios para perfeccionar su obra y sin duda para mí, lo más hermoso que existe en la tierra es su Iglesia que la formamos tú y yo. Viva la Iglesia. Viva Cristo Rey. Tú tienes claro quién eres y #YoSoyElWill
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