LAS HERMANITAS
- YOSOYELWIIL
- 7 dic 2018
- 7 Min. de lectura

En la vida nos vamos encontrando con todo tipo de personas, unas que nos generan una gran conexión, que día a día se va haciendo más fuerte, y otras que difícilmente queremos volver a ver, pero en ese encuentro de seres, todas van dejando algo importante en tu vida, lecciones que se vuelven indelebles para siempre, ya sea porque aprendemos como debemos actuar y que no podemos volver a hacer.
Yo, he conocido muchas personas, casi que en cada rincón de Colombia tengo un contacto, bien sea por mis trabajos, por el reinado, la iglesia, los medios y porque nos conocimos en algún lado y quedamos en contacto. Hoy les quiero contar la historia de cuatro mujeres que nunca quiero olvidar. En el 2015 inicié mi formación vocacional, en una búsqueda constante de un discernimiento que me llevase a ser perseverante en el camino presbiteral; conozco muchas comunidades religiosas, porque para tomar la decisión de irme, debía tener claro que el lugar a dónde fuese era fundamental, debía sentirme cómodo y a gusto, para que no sucediera lo que al final pasó, que me retirara. En mi blog les iré contando de esa experiencia del Will como seminarista, que tiene de todo, pero eso para otro día, Ahora centrémonos en lo que es.
Luego de pensar, “orar” e indagar, me decidí por una sociedad de vida apostólica con gran fuerza en los medios de comunicación y la educación, dos de mis pasiones, era un lugar perfecto a mi parecer, pero para poder entrar (aunque les confieso que ya era seguro que yo entraba, me la llevaba re-bien con los promotores, y siempre me hacían saber que yo entraría), debía asistir a un encuentro final, que era en Petaluma (una vereda de Cachipay, Cundinamarca), al cual feliz y dispuesto, fui.
Al llegar a Bogotá, a todos nos llevarían en bus hasta Petaluma, pero como yo estaba en la rosca, no me fui en ese transporte, yo de privilegiado me fui en el carro del promotor vocacional, con él. En el camino, comimos en un restaurante de cadena (no voy a decir su nombre, porque ganan mucho dinero y no me pagan por publicidad), y visitamos a un hermano de él, por lo que llegamos al encuentro en la noche, cuando ya todos los muchachos estaban instalados y haciendo dinámicas. Me uní a las dinámicas, luego hicimos una oración y después fue que me buscaron habitación, me tocó al lado de la salida, y quienes me conocen saben que detesto ese tipo de ubicaciones, siempre debo estar en la mitad. Esa noche, como todas las primeras noches (fuera de casa) no dormí, los cachacos dicen que uno extraña la cama el primer día, bueno eso a mí SIEMPRE ME PASA.
Al día siguiente, una campana nos despertó muy temprano, fuimos a hacer oración y luego pase al comedor, ahí entraron las protagonistas de esta historia, #LasHermanitas juntas nos cantaron una canción de buenos días, fue verdaderamente hermoso, ya todos los muchachos las conocían, seguramente se las habían presentado el día anterior. Al terminar la canción, todos nos reímos y ellas muy enérgicas nos saludaban, yo estaba muy admirado, es que eran 4 hermanas dominicas de la presentación, y la más joven podía tener unos 70 años, ver a unas mujeres tan alegres, llenas de vida, dinámicas y enamoradas de su vocación, era algo hermoso; es como ver a tu abuela bailando un vallenato con tu abuelo, que cosa de bella. Las hermanitas y yo tuvimos una conexión inmediata, en el almuerzo, ya yo estaba metido en la cocina ayudando, y les colaboré a servir la mesa siempre.
La última noche del encuentro, tocaron la puerta de mi habitación (por eso le tengo miedo a dormir en el primer cuarto), vi el reloj y eran las 4 am, me asusté mucho y no quise abrir, pero siguieron insistiendo, medio abrí despavorido y era Rosa, la hermana superiora de la casa, ella que podía medir metro y medio de estatura, medio gordita, de lentes, cabellera totalmente blanca y con una sonrisa indescriptible, me dijo “gordito venga, le tenemos un regalo”, me alisté y la seguí, es que la hermana Rosa era la ternura hecha diligencia, caminaba súper rápido, pero yo me sentía detrás de una bebe. Salimos de la casa, y subimos una loma, allá estaban Milagros, Carmen y Susana, las otras tres hermanas, todas tenían una lámpara. Seguimos caminando y en medio de otra loma estaba una capillita muy pequeña, los 5 ya estábamos muy apretados dentro, pero ahí estaba Jesús Sacramentado. Ellas me habían invitado a orar, y su regalo era que la intención de su oración matutina, era yo. Pidieron por mí, mi familia, mi vocación y cantaron unos salmos como los ángeles; fue un momento muy lindo, sentía que tenía a mis dos abuelas, una tía y mi bisabuelita cantándome.
El encuentro terminó y ellas se despidieron de todos, pero al despedirse de mí, las lágrimas invadían sus rostros, me pidieron que las visitara en cuánto pudiese y que estuviéramos en contacto. La única que tenía teléfono era la hermanita Rosa.
Regresé a Montería, y para mí, la mejor experiencia era haber compartido con las hermanitas. Pasaron los días, recibí mi carta de aceptación y bienvenida a aquella sociedad de vida apostólica y comenzaba mi camino vocacional. Iba lleno de expectativas, pero en otra historia les contaré eso. Adelantemos el tiempo, se llegó una semana santa y una misión pastoral se acercaba, para buena noticia, me tocaba con la mayoría de mis hermanos de comunidad, pero ¿a dónde nos tocaba?, no nos dijeron. En la noche llega el Sacerdote que nos acompañaría en la misión y nos dice que vamos para Petaluma. Que emoción invadió mi corazón, tenía la oportunidad de ir a visitar en algún momento a las Hermanitas. Pero la sorpresa fue mayor, al llegar a la vereda, nos dimos cuenta que la misión era en la casa de las hermanitas, estaban 2 comunidades laicales de retiro y las personas de la vereda participaban de las celebraciones religiosas en la casa, así que la pastoral sería de mucho trabajo. Nos bajamos de la buseta, y venían las 4 hermanas a darnos la bienvenida, pero desde que bajaban las escuché gritar: “Mi William”, y yo estaba feliz, ellas querían verme y sin duda yo también, me abrazaron muy fuerte y me manifestaron la felicidad de volvernos a encontrar y de que estuviese en formación.
La semana transcurrió en un servicio bastante agitado, la misión como todas, no fue sencilla, es que servirle al pueblo de Dios nunca será fácil, pero siempre será muy satisfactorio. Yo además de cumplir con mis deberes, colaboraba en el aseo y la cocina, para apoyar a las Hermanitas, que, aunque ganaban dinero por hospedar personas, estaban muy adultas para tanta labor, o por lo menos eso pensaba yo.
Mi comida era muy especial, para mí siempre había cucayo y guatila (una legumbre como calabazín muy verde y deliciosa que me gustaba mucho). Les hice enyucado, dulce de ñame y de papa, ellas felices.
La última noche como siempre tenía lo suyo, me invitaron a comer muy tarde en la noche, tenían natilla, torta y una cantidad de postres, ellas se celebraban la pascua. Me contaron que eran religiosas hace más de 40 y 50 años, y que eran su única compañía entre sí, les pregunte de dónde eran: Perú, Chile, España y México fueron sus respuestas, y la hermana Rosa, era la última que había visitado a su familia, fue al funeral de su papá 17 años atrás. Se le aguaron los ojos, a mí también. Es que estar lejos de casa siempre será duro, pero ellas tenían un secreto y yo quería saberlo, así que les pregunté qué hacían para poder estar siempre tan alegres, obvio me contaron que Dios lo era todo para ellas, pero todos sabemos que la soledad es dura y que a veces hasta dudamos de Dios y yo quería ir más allá. Ellas a su modo, me explicaron que tenían que encontrar la felicidad en pequeñas cosas, en regar el jardín, en lavar la ropa, en servir a los demás, pero no me convencían, y la hermana Susana, la española y mayor en edad de todas, me dijo “Mi william, yo soy huérfana de mamá, mi papá murió en la guerra y mi único hermano se fue muy joven al seminario, lo mandaron para Ghana al ser sacerdote y más nunca lo volví a ver, pero ellos están conmigo en todo momento, al verte a ti, veo a mi hermano, al verlas a ellas veo a mi mamá, ellos siempre están conmigo”, les confieso que yo escuchaba y no paraba de llorar, ellas me estaban dando una lección maravillosa, creemos siempre que nuestro bienestar es estar cerca de los que amamos, pero cuando por objetivos y metas, nos separamos de ellos, la distancia no puede ser obstáculo para seguir amándolos.
Lo que ellas no sabían era que yo ya había pedido mi retiro de la comunidad, y no seguiría mi camino vocacional. Ellas se pusieron nuevamente a orar por mí, y le pedían al Señor que me hiciera un Santo Sacerdote (Muy paradójico, yo ya me había retirado). Al final la hermana Rosa me dijo que estaba vez si me darían regalos de verdad, y yo les dije que esa oración había sido un gran regalo, pero ellas sacaron sus obsequios. El primer regalo que abrí fue el de la hermana Carmen y era una camándula; La hermana Milagros me dio unos alfajores: la hermana Susana me regaló un librito llamado “La imitación de Cristo” y la hermana Rosa, me regalo un sobre donde había 20 mil pesos, y me dijo: usted vale esto, yo me quedé en shock, ¿en serio yo costaba 20 mil pesos? Sonriendo me dijo, estás pensando como los poderosos, sabes cuántas personas en este momento desearían tener ese billete, muchos hijo muchos, para los pobres que son los más necesitados vales mucho, no mires el valor del billete, mira el valor de tu corazón.
#LasHermanitas marcaron mi vida, se enteraron de mi retiro y un día me llamaron, diciéndome que no sintiera que las había decepcionado, que ellas seguirían igual orando por mí.
Todas las personas libran diariamente batallas que no imaginamos, y nosotros vivimos quejándonos de nuestros problemas, dejando de lado lo bello de lo simple, lo valioso de las pequeñas cosas y el valor de la imaginación que poco a poco puede ser parte de nuestra cotidianidad. Ama, no te canses de amar, que, aunque lo que ames sea una manzana, su semilla dará fruto. Recuerda tú tienes claro quienes eres y #YoSoyElWill
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